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      El café propició la Ilustración

      El café siempre se ha relacionado con  la cultura, las tertúlias y la sabiduaría. Ahora entendemos el por qué:

      En un tiempo donde lo común era acudir a una taberna a beber cerveza, y en consecuencia aturdir el entendimiento, de repente se puso de moda tomar café. A diferencia del alcohol, la cafeína favorece la concentración, agudiza el ingenio y fomenta la conversación profunda, según diversos estudios neurológicos plasmados por el historiador Tom Standage en su libro La historia del mundo en seis tragos.

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      De repente, las cafeterías empezaron a convertirse en centros de conversación, filosofía, ciencia y revolución. Habida cuenta de que casi nadie podía acudir a la universidad, las cafeterías empezaron a llamarse universidades a penique, por el precio de un tazón de ese líquido que era capaz de revolucionar las conexiones sinápticas. Muchas cafeterías de Londres y París, incluso, se volvieron temáticas: las había para discutir e informarse sobre economía, otras sobre filosofía, también había de ciencia. De hecho, muchos científicos presentaban sus experimentos en cafeterías. Standage no se arredra al afirmar que las cafeterías europeas, colectivamente, vinieron a ser el Internet de la Edad de la Razón.

      De ello no se deduce que el café, por sí mismo, generara la Ilustración, sino que contribuyó decisivamente a su creación, porque, como señala Edward O. Wilson en Consilience:

      La misma Ilustración no fue nunca un movimiento unificado. Fue menos un río feliz y determinado que una filigrana de arroyos deltaicos que se abren paso a lo largo de canales convolutos. Uno de esos arroyos estaba, sin duda, hasta arriba de cafeína.

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